UNIDAD N 5
América Latina: Autoritarios con hinchada
LONDRES .- Cuando el novelista cubano Reinaldo Arenas logró escapar a los Estados Unidos en 1981, luego de años de persecución del gobierno castrista debido a su condición de homosexual y disidente, hizo el siguiente comentario: "La diferencia entre los sistemas comunista y capitalista es que, si bien los dos te patean el trasero, en el sistema comunista hay que aplaudir, mientras que en el sistema capitalista se puede gritar. Y yo vine aquí a gritar".
Una de las cosas más molestas para los artistas e intelectuales que viven bajo la obligación de aplaudir a dictadores es el espectáculo de colegas de sociedades más abiertas aplaudiendo por propia y libre voluntad. Es un golpe particularmente duro sobre una herida abierta. Y, sin embargo, la claque internacional de hombres fuertes y genocidas vuelve a aparecer. Stalin fue aplaudido por Webbs. Mao fue visitado por una fila constante de adoradores provenientes de Occidente, algunos de cuyos nombres aún producen expresiones de disgusto en China. Castro ha disfrutado por años de la adulación de estrellas literarias tales como José Saramago y Gabriel García Márquez. Incluso Pol Pot fue aplaudido por varios periodistas y académicos conocidos.
Algunas cosas que se dicen sobre dictadores son difíciles de explicar. El año pasado, una cantidad de periodistas, escritores y figuras del espectáculo, incluidos Harold Pinter, Nadine Gordimer, Harry Belafonte y Tariq Alí, firmaron una carta en la que sostenían que en Cuba "no ha habido un solo caso de desapariciones, tortura o ejecución extrajudicial desde 1959 "
Reinaldo Arenas fue arrestado en 1973 por "desviaciones ideológicas". Fue torturado y encerrado en celdas llenas de aguas servidas y excrementos y amenazado con la muerte si no denunciaba sus propios escritos. Imagínese lo que se debe sentir al ser tratado así por los propios gobernantes y luego leer de sus colegas escritores en Europa y Estados Unidos que no sólo no lo defendieron sino que se paran para aplaudir a sus opresores.
Nada de esto es novedoso, ni valdría la pena volver a referirse a ello, si no estuviese sucediendo lo mismo una vez más. Hugo Chávez, el hombre fuerte y presidente electo de Venezuela, es el más reciente objeto de adulación de los "progresistas" occidentales, que vuelven de giras por Caracas con los ojos iluminados. Se alaba a Venezuela como "un modelo" para el resto de América latina, que Chávez busca unir bajo la bandera de su "Revolución Bolivariana".
Chávez aún no es Castro, no se hable ya de Pol Pot. Su retórica populista encendida está más en la línea de Juan Perón, el "caudillo" argentino. Chávez, dicho sea de paso, disfruta en cierto sentido de este término peyorativo. Ni del todo de izquierda ni de derecha, es el típico líder latino machista, cuyo carisma personal supuestamente representa el poder del pueblo, en su mayor parte pobre y de piel más oscura que la elite urbana. Sin duda éste no es un fenómeno únicamente latinoamericano, pero distintas regiones producen distintas formas de populismo. Silvio Berlusconi es de derecha y su gestión fue pro norteamericana, pero está cortado con la misma tijera. Tanto él como Chávez tienen una inclinación por las serenatas públicas, por monopolizar el tiempo en televisión y por identificarse con Jesús. Chávez: "Si Cristo estuviese aquí, entre nosotros, ahora mismo, no hay duda que Cristo votaría por la revolución".
A diferencia de muchos caudillos tradicionales, pero al igual que Berlusconi, Chávez fue elegido democráticamente, en 1998, después de haber fracasado en su intento por llegar al poder por la vía más tradicional de los hombres fuertes para llegar al poder, por la fuerza armada, en 1992. Chávez es la versión latinoamericana de un nuevo tipo de autoritarismo (Thaksin, de Tailandia, es la versión asiática), construido con una mezcla de histrionismo, intimidación, paranoia, inmensa riqueza y dádivas públicas a los pobres. El ideal es la democracia por referéndum, liberada de la engorrosa política partidista y las cortes independientes. Como dijo Tariq Ali, ex líder estudiantil británico y ubicuo partidario de hombres fuertes tercermundistas: "La democracia en Venezuela, bajo la bandera de los revolucionarios bolivarianos, ha quebrado al corrupto sistema de dos partidos sostenido por la oligarquía y sus amigos en Occidente". Es cierto, pero lo que está en discusión es si el corrupto sistema bipartidista será reemplazado por una democracia que funcione.
Tariq Ali abundó en alabanzas hacia la nueva Constitución de Venezuela, que permite al pueblo destituir al presidente antes de que haya completado su mandato. Llamó a esto "un triunfo de los pobres contra los ricos". En 2003 y 2004, los venezolanos ejercieron el derecho de hacer eso haciendo circular petitorios por un referéndum. Chávez sobrevivió, pero pronto se hicieron públicos los nombres de los peticionantes y, según las denuncias, a los antichavistas "en la lista" se les negaron pasaportes, servicios de bienestar social y contratos oficiales. Chávez también ha hablado de cambiar la Constitución para poder gobernar hasta 2030.
En 2004 se aprobó una ley que permite prohibir estaciones de radio y televisión por motivos de seguridad y orden público. Chávez, así como sus ministros, aparecen en televisión para denunciar a periodistas que se atreven a criticar la Revolución Bolivariana. Se está creando un nuevo canal para mostrar "el verdadero rostro de América latina". El presidente del canal es Andrés Izarra, el ministro de Comunicación de Chávez. Tariq Ali está en el consejo de asesores.
El aplauso oficial
Pero lo más ominoso, en términos del aplauso oficial, es la manera en que Chávez ha expandido la Corte Suprema de veintidós asientos simplemente agregando doce jueces que simpatizan con él. En un excelente perfil de líder venezolano en la revista Atlantic, Franklin Foer describe cómo los jueces en sus togas se pusieron de pie cuando apareció el presidente y entonaron su consigna favorita: "Uh Ah, Chávez no se va".
Los entusiastas occidentales han apoyado causas peores que la de la Revolución Bolivariana y peores líderes que Chávez han sido aplaudidos. Basta con recordar las abyectas audiencias del parlamentario británico de izquierda George Galloway, entre otros, en la corte de Saddam Hussein, que alabó al dictador asesino mientras afirmaba representar "la voz de los sin voz" en "los abismos de privación del mundo". E incluso ahora publicaciones tales como The New Left Review promueven el apoyo por un movimiento antiimperialista global que incluiría a Corea del Norte, sin duda el régimen más opresor del mundo.
El elemento común del tercermundismo radical es su obsesión con el poder de Estados Unidos, como si Estados Unidos fuera tan intrínsecamente malvado que cualquier enemigo de este país debe ser nuestro amigo, desde Mao hasta Kim Jong-Il, de Castro hasta Ahmadinejad. Y si nuestros "amigos" nos llenan de alabanzas y nos piden que participemos de conferencias y formemos parte de consejos asesores, tanto mejor. Este es el mayor atractivo de Chávez. Espera ser el caudillo del antinorteamericanismo. Por eso, el ministro de educación de Chávez expresó la "solidaridad" de su gobierno con "naciones amigas", tales como Irán y Corea del Norte.
Las críticas a las políticas y las prácticas económicas de Estados Unidos a menudo son justas, ¿pero por qué tantos izquierdistas siguen desacreditando su postura crítica al aplaudir a hombres fuertes que oprimen y a veces hasta asesinan a sus críticos? ¿Es simplemente la aplicación invertida del famoso dictado estadounidense de la Guerra Fría: "Será un desgraciado, pero es nuestro desgraciado"? ¿O se trata de la atracción fatal que a menudo sienten escritores y artistas que se sienten marginales e impotentes en democracias capitalistas, hacia el poder descarnado investido con los buenos sentimientos respecto de los pueblos "sin voz" en los "abismos de la privación"? O quizá es una especie de racismo moral, la idea de que nosotros en Londres, París o Berkeley tenemos el perfecto derecho de atacar a nuestros líderes, pero un cubano o un iraquí debe limitar sus críticas al imperialismo estadounidense si no quiere ser acusado de "traidor" o "embaucador".
Estos fueron los términos lanzados por The New Left Review contra Kanan Makiya, un estudioso liberal iraquí que se atrevió a pedir a Estados Unidos que se deshiciera de Saddam Hussein. Ex trotskista, Makiya difícilmente se pueda considerar un hombre de la derecha.
El peligro del chavismo no es que reviva al comunismo, pese a que Castro se cuenta entre sus principales apoyos. Ni tampoco debería ser el antinorteamericanismo nuestra principal preocupación. Estados Unidos puede defenderse solo. Lo que hay que resistir, no sólo en América latina, es la nueva forma de autoritarismo populista. Que Chávez sea aplaudido por mucha gente, especialmente los pobres, no es necesariamente señal de democracia; muchos líderes revolucionarios son populares, al menos al comienzo de su dominio, antes de que sus promesas terminen en miseria y sangre y sea demasiado tarde para protestar. Ya han habido demasiados casos de regímenes catastróficos que son rechazados por antiguos admiradores, en un eco de los alemanes en 1945: "Wir haben es nicht gewusst", no sabíamos.
De hecho, la izquierda, se trate de socialistas, liberales o socialdemócratas, tiene una gran tradición de defensa de las libertades políticas, localmente y en el extranjero. Pero existe el peligro de que esta tradición se pierda cuando los intelectuales occidentales caen en la adoración del poder. El aplauso a los autócratas por parte de visitantes extranjeros socava la moral de gente que insiste en luchar por sus libertades. Los izquierdistas apoyaban, y con razón, a los críticos de Berlusconi y Thaksin, aunque ninguno de los dos era un dictador. Ambos apoyaron, por supuesto, la política exterior de Estados Unidos. Pero cuando la democracia está en peligro, la izquierda debería atacar con la misma dureza a los gobernantes que se oponen a Estados Unidos. No hacerlo alienta el autoritarismo en todas partes, incluido Occidente, donde la conducta frívola de la izquierda dogmática ya ha permitido a los neoconservadores quedarse con las mejores banderas.
Fuente: Diario La Nación (Buenos Aires)
https://www.lanacion.com.ar/edicionimpresa/suplementos/enfoques/nota.asp?nota_id=811498
Ian Buruma
4 de junio de 2006