UNIDAD 15

 

La ciencia Política

2.1. Concepto, Objeto y Método.

A pesar de una larga tradición que ubica a nuestra disciplina como la principal de las ciencias – ya Aristóteles en su Etica a Nicómaco hablaba a la Ciencia Política como ciencia regia-o, paradójicamente, tal vez obedezca a ello, la Ciencia Política posee una variedad de significaciones, enfoques y metodologías que tornan prácticamente imposible invocar una definición unívoca acerca de ella.[1]
Lo que acabamos de señalar no implica abandonar el intento de presentar el problema en sus líneas generales a quien se introduce a los estudios de Ciencia Política; por el contrario, consideramos más útil mostrar un panorama simplificado acerca de las grandes concepciones que en la actualidad existen en relación al problema del objeto, puesto que un exhaustivo análisis de cada una de ellas constituye una tarea de muy difícil realización y en gran medida engorrosa para el estudiante.
Tal situación nos conduce a exponer el concepto de Ciencia Política precedido de una escueta sistematización de los principales planteos en torno al problema del objeto y los distintos enfoques desde los cuales se aborda la Ciencia Política en la actualidad.
Realizada la advertencia anterior, y con un propósito fundamentalmente didáctico, sistematizamos en tres grandes líneas las distintas concepciones acerca del objeto de la Ciencia Política. La primera de ellas afirma que el objeto de esta ciencia es el Estado, la segunda concibe como tal al poder, y en torno a la tercera posición- que podríamos denominar intermedia - se ubican aquellos que rechazando la primera, consideran exageradamente amplia la segunda.

a) Aquellos que se agrupan en esta primera posición entienden a la Ciencia Política como ciencia del Estado. Esta corriente reclama para sí una venerable tradición de cuño aristotélico y cuenta con una considerable cantidad de adherentes- Herman Heller entre ellos -, a la vez que inspira gran parte de los programas de la presente asignatura en los países hispano – parlantes.
Es importante reconocer los fundamentos de esta posición, y así tenemos que desde la Política de Aristóteles, la Ciencia Política es la ciencia del Estado, dado que éste es la forma por excelencia de la convivencia política, y por lo tanto la Polis o comunidad perfecta es el objeto de preocupación fundamental. De esta manera, los fenómenos políticos no son otra cosa que los problemas en relación al Estado como organización superior de la convivencia humana.
En cuanto a las limitaciones que esta posición presenta, y sin dejar de reconocer la esencial politicidad del Estado, se han efectuado las siguientes objeciones:
- Al referirnos al Estado, estamos aludiendo a un concepto amplio de organización política, pudiendo el mismo cobijar muchas y variadas situaciones históricas, como la organización tribal, el feudo, el imperio persa, el Estado Absoluto, etc. No parece aceptable en consecuencia, referir el objeto de una disciplina a una noción tan imprecisa.
- Si a los efectos de subsanar la objeción precedente se circunscribe el Estado a la organización de la convivencia política dentro del área occidental y a partir del Renacimiento, se aduce que gran parte de la temática más significativa del contexto político internacional en la segunda mitad del siglo XX parte de la base de una crisis de los estados nacionales soberanos y un progresivo incremento de los bloques de países e intereses supraestaduales. En estos términos, tal temática quedaría fuera de la consideración de nuestra ciencia.
- Se impugna también que los estudios realizados desde esta óptica tendrían un carácter considerablemente jurídico e institucionalista – en razón de que el Estado implica un alto grado de institucionalización de los fenómenos políticos -, obviando en consecuencia gran parte de la dimensión sociológicas de la política.
- Por último, se cuestiona que al convertir al Estado en el marco a partir del cual se estudia lo político, se ignora que dentro y fuera de él transcurren una serie de fenómenos vitales que hacen a lo político.

b) La segunda posición nos habla de la Ciencia Política como ciencia del poder. Esta corriente surge hace poco más de tres décadas y en gran medida se ha formado al calor de estudios de tradición predominantemente sociológica. Entre quienes han señalado al poder como objeto de estudio de la Ciencia Política, se ubican Max Weber, Harold Laswell, Charles Merriam, Georges Burdeau y William Robson.
Sintéticamente, esta postura parte de la premisa de la insuficiencia del concepto de Estado como objeto de estudio de la Ciencia Política, sustituyéndolo por el de poder - presente en toda sociedad y momento histórico- aludiendo a su carácter más universal y compresivo de los fenómenos políticos. Por otra parte, este último concepto es en gran medida más sociológico e incluye preferentemente los aspectos dinámicos en torno a la problemática de las relaciones de poder.
La mayoría de las objeciones en torno a esta posición señalan que estamos frente a una noción de dudosa eficacia, dado que desde su propia definición es problemática. El concepto de poder, como se verá posteriormente, presenta un considerable grado de complejidad al intentar determinar qué clase de relaciones de poder abarcaría la Ciencia Política, ya que las mismas pueden hallarse en muy diversos tipos de sociedad y grupos. En estos términos, hablar de una ciencia con un objeto tan amplio es proponerse una tarea demasiado ambiciosa.
No obstante la certeza de estas objeciones, debemos destacar al propio tiempo que los estudios de Ciencia Política han alcanzado desde esta perspectiva un gran desarrollo y que muchos aspectos de la realidad política, insuficientemente analizados desde la postura anterior, han sido estudiados con especial profundidad; el concepto de poder ha obrado ciertamente como un poderoso estímulo para los estudiosos.
En cuanto a la excesiva amplitud del enfoque – señalada como un inconveniente-, a los fines de atenuarla, la propuesta radica en identificar los criterios que permitan aislar al poder político de los demás poderes sociales. Por el contrario, estimamos menos atinada la crítica formulada en el sentido de que esta corriente contribuye en cierta manera al aplastamiento del individuo y el engrandecimiento de los fenómenos de concentración totalitaria del poder.

c) Entre las dos categorías anteriores fundamentalmente antagónicas, se ubica una tercera que comprende una gama de posiciones intermedias que asignan objetos diferentes a la Ciencia Política, los cuales tendrían la ventaja de ser más precisos que el concepto de poder. Duclos sostiene que la relación política es el objeto propio de la Ciencia Política, definiendo a la misma como “la relación particular que nace en el seño de un grupo por el hecho de la existencia de un aparato de fuerza pública y de su aplicación al mantenimiento de la cohesión social”. David Easton, por su parte, ubica como tal a la “distribución imperativa de valores en el seno de una sociedad”; Jean Meynaud afirma que la noción de “estructura de autoridad” puede constituir un instrumento válido de abordaje para la Ciencia Política. Estas menciones sólo ilustran la amplia gama de concepciones que se agrupan en esta tercera posición en torno a la definición del objeto de estudio de nuestra disciplina.
Ahora bien, es necesario destacar que algunas de las nociones propuestas por esta diversidad de corrientes adolecen, al igual que el concepto de poder, de cierta imprecisión. La noción de valores proveniente de D. Easton constituye un concepto de dificultosa definición, en tanto que podría arriesgarse que la posición de Duclos nos traslada en definitiva a las teorías que postulan al Estado como objeto de la Ciencia Política. No es nuestra pretensión dar respuesta a los interrogantes planteados, sino remarcar el aspecto esencialmente polémico de la cuestión que estamos abordando y la relativa provisionalidad de las posiciones que se adoptan en torno a la misma.
Si bien es indudable que en la organización estatal se generan fenómenos de poder cuantitativamente de manera más acentuada que en otras organizaciones, sería poder acertado circunscribir arbitrariamente el objeto de la Ciencia Política al marco de esta organización. Por nuestra parte, estimamos que el concepto de poder político es más rico y sugerente; no obstante, es necesario tener presente las dificultades ya apuntadas sobre una definición operativa de poder político que permita distinguirlo de las demás relaciones de poder que se dan en el seno de la sociedad. Similar dificultad se plantea al procurar trazar las fronteras que separan a la Ciencia Política del as demás disciplinas sociales, la Sociología entre otras. Aun así estamos que la noción apuntada es útil, previa advertencia acerca de la provisionalidad de tal posición, siempre sujeta a discusión, siendo nefasto pretender obrar con dogmatismo en ello.
Finalmente, y tras las observaciones anteriormente expuestas, estimamos conveniente apuntar la definición de Ciencia Política expresada por William Robson y transcripta por Pablo Lucas Verdú: “La Ciencia Política consiste en estudiar la naturaleza, los fundamentos, el ejercicio, los objetivos y los efectos del poder en la sociedad”.


El método en la Ciencia Política

El problema del método en la Ciencia Política se plantea dentro de un marco más amplio, cual es el del método en las Ciencias Sociales; por ello, lo abordaremos en ese ámbito sin perjuicio de su especificidad metódica en la Ciencia Política. Precisamente, Maurice Duverger al referirse a esta cuestión dice acertadamente que dicho problema ha sido ya superado, pues quedó atrás la discusión acerca de si debe existir una metodología exclusiva de la Ciencia Política diferente a la de otras ciencias sociales. El intercambio de métodos y técnicas de observación dentro del campo de las ciencias sociales se ha convertido en una necesidad cada vez más acuciante, a la vez que posibilita la obtención de resultados más ricos en la investigación social.

3.1. Técnicas de Observación y Análisis Sistemático.

En primer lugar, podemos hacer una gran distinción entre técnicas de observación y análisis sistemático. Las primeras nos permiten acceder empíricamente a los hechos políticos a través de la recolección de datos fácticos. Claro está que una mera recolección de hechos y datos no constituye ciencia, por lo que se torna necesaria la sistematización posterior, la elaboración de hipótesis de leyes y teorías que hagan inteligible el complejo universo de lo político. En síntesis, además de observar los hechos debe emprenderse el análisis sistemático de los mismos.

3.1.1. Las Técnicas de Observación

Podemos clasificar las técnicas de observación en tres grande rubros: observación documental, observación directa extensiva y observación directa intensiva.
a) Observación documental: podemos clasificar de la siguiente manera los documentos sobre los cuales los fenómenos sociales se asientan:


Observación Documental 

Documentos Escritos - Archivos públicos y/o documentos oficiales.
- Prensa.
- Archivos.
- documentación indirecta (obras literarias, etc.)
Documentos de Cifras - Estadísticas
Otros Documentos - Fotografías
- Cine.
- Documentación fonética.

b) Observación directa extensiva: la forma más difundida de este tipo de observación consiste en las encuestas por sonde, a través de las cuales se estudia una proporción escogida- en función de ciertas variables- de una gran comunidad humana, y se extienden sus conclusiones al conjunto de la misma. Esta técnica presenta tres grandes fases:
1) determinación de la colectividad a interrogar.
2) interrogatorio de la colectividad.
3) interpretación de los resultados.

c) Observación directa intensiva: la investigación se efectúa sobre grupo más reducidos o individuos en particular, a través de los siguientes procedimientos:

Observación Directa Intensiva 

Interviú - de opinión: se interroga lo que es.
- documental: se interroga sobre lo que sabe.
Observación Participante En este caso el observador se sitúa dentro de una comunidad y

participa de la vida del grupo, compartiendo sus actividades.

Todas las técnicas enumeradas, como ya se dijo, se utilizan para la recolección de datos; se torna pues, necesario el análisis sistemático de los mismos. Y a ello nos referiremos de inmediato.

3.1.2. Análisis Sistemático.

En principio, la investigación científica se plantea en tres fases:

1) Observación de los hechos.
2) Formulación de las hipótesis.
3) Verificación experimental de las hipótesis con el fin de transformarlas en leyes.

Pero en la realidad el problema se plantea de un modo diferente, dado que no todas las investigaciones tienden al establecimiento de leyes, y la observación no se lleva a cabo sino en un determinado marco conceptual, pues quien investiga define previamente los objetivos de la investigación. Por otra parte, la experimentación ocupa un lugar muy diferente según se trate del campo de las ciencias físicas o sociales, dado que en estas últimas la experimentación queda postergada, adquiriendo más relevancia el método comparativo. En consecuencia, los elementos del análisis sistemático pueden clasificarse en tres categorías:

1) Los marcos conceptuales.
2) La experimentación.
3) El método comparativo.


3.2. Los Marcos Conceptuales.

Podemos distinguir tres niveles en la investigación científica: descripción, clasificación y explicación. Respecto de la primera, entendemos que antes de establecer cualquier tipo de relación entre dos series de fenómenos, es preciso que los mismos hayan sido descriptos de manera relativamente exhaustiva. Así, por ejemplo, no podemos hablar de la influencia que los sindicatos y los grupos de presión ejercen sobre el poder político en nuestra sociedad, sin antes realizar una descripción acabada de dicho fenómenos.
La clasificación, etapa intermedia entre la descripción y la explicación, desempeña un papel fundamental en la investigación científica, dado que es imposible observar los hechos cuando éstos se presentan de manera desordenada. Al elaborar una tipología, se sustituye la multiplicidad de hechos agrupando fenómenos semejantes en un cierto número de “tipos”. Dentro de las tipologías podemos distinguir diferentes clases, y así tenemos:



Tipologías Institucionales Se basan en el concepto de institución.
Relacionales Se basan en las relaciones interindividuales.
Funcionales Se clasifican según el papel que desempeñan 
determindas categorias de relaciones sociales.

Luego de poseer una descripción adecuada de la situación y de haber efectuado la correspondiente clasificación, podemos intentar una explicación procurando deducir ciertas leyes.
No obstante ello, es necesario reconocer el alcance relativo de estas leyes, que se manifiesta en dos aspectos: histórico y dimensional. En el plano histórico, las regularidades y los hechos – en los fenómenos sociales – sólo son válidos en un marco histórico-geográfico determinado, no siendo posible su directa transferencia a otro distinto. Por ejemplo, la Cristiandad Medieval, las sociedades europeas del siglo XIX, etc., tienen sus propias leyes sociológicas que no pueden aplicarse inequívocamente a otras circunstancias históricas y/o espaciales.
En el plano dimensional, debemos tener presente que las explicaciones son válidas sólo para determinadas escala de hechos; es decir, aquellas válidas para grandes grupos no son aplicables directamente a grupos pequeños. Por ejemplo, los estudios de Sociología electoral permiten establecer a escala nacional las correlaciones que existen entre grandes corrientes de opinión y determinadas clases sociales, actitudes religiosas, etc. Esas correlaciones efectuadas a nivel nacional, van perdiendo su capacidad de explicación en la medida que descendemos a nivel provincial o municipal, dado que en ámbitos más reducidos pueden estar influyendo otro tipo de factores particulares.
Cuando se sintetizan los resultados de la observación, experimentación y del método comparativo, expresando en forma coherente lo obtenido y todo aquello que se supone acerca de los fenómenos, estamos en presencia de una teoría. Dicha teoría es consecuencia del esfuerzo del investigador por tornar compresible total o parcialmente el universo de los fenómenos sociales, que de otra manera quedaría atomizado en un mero conglomerado de hechos sin relación causal alguna.
Podemos clasificar las teorías en generales y particulares, según se refieran a la totalidad del universo político o a partes del mismo. Las primeras son de muy difícil y compleja elaboración, razón por la cual la investigación científico-política dista de ser abundante en este tipo de teorías. En tanto, las llamadas teorías parciales o particulares son mucho más frecuentes, pudiendo citarse entre ellas las teorías de los grupos de presión, del liderazgo, de los partidos políticos, etc.




Generalizaciones singulares: comprenden datos muy limitados.
Niveles de Generalización

de las teorías Teorías parciales: identifican aspectos particulares del sistema 
político.
Teorías Generales: explican la totalidad del universo político 
(cosmogonías).

3.3. El método Comparativo.

Como sabemos, es prácticamente imposible en el campo de las ciencias sociales recurrir a la experimentación, que es una observación “provocada y dirigida” por el investigador. La comparación, en tanto, se advierte como un recurso metódico clave en el terreno de las ciencias sociales. Se estima que el análisis de las semejanzas y diferencias entre sociedades e instituciones constituye el método más apropiado para la formulación de leyes sociológicas.
Tradicionalmente, se distinguen dos tipos de métodos comparativos. El primero, refiere a la comparación de fenómenos análogos, y el segundo a la comparación de puntos de vista diferentes en relación al mismo fenómeno.
a) confrontación de fenómenos análogos: se trata de comparar fenómenos de igual naturaleza (por ejemplo, el parlamentarismo en Francia, Gran Bretaña, Italia y los países escandinavos, etc.)
b) distintos aspectos de un mismo fenómeno: no se trata aquí de comparar diferentes fenómenos, sino-reiteramos-de confrontar distintos puntos de vista acerca de un fenómeno en particular, a modo de ejemplo, al aplicar este método a un estudio sobre partidos políticos, podrá efectuarse un análisis político-jurídico de sus estructuras (articulación de las bases con los dirigentes, procedimientos de elección de estos últimos, etc.), una encuesta entre sus cuadros directos, un sondeo entre afiliados y electores, etc. Las doctrinas y programas se estudiarán a través del análisis de sus publicaciones, y así sucesivamente. Se advierte que una investigación de este carácter requiere para su abordaje, la participación de un equipo interdisciplinario.
4. Los distintos enfoques en Ciencia Política

Han sido ya mencionadas las dificultades para hallar una significación unívoca de nuestra disciplina. Se torna necesario, en consecuencia, presentar un panorama general de los principales enfoques en la Ciencia Política en la actualidad, con la función didáctica de permitir al alumno visualizarlos con claridad. Sintéticamente, existen cuatro grandes enfoques: filosófico, sociológico, histórico y jurídico.

a) Enfoque Filosófico: es el enfoque que podríamos denominar tradicional, clásico; la Ciencia Política es vista como una disciplina esencialmente normativa que no procura la mera descripción de los fenómenos políticos, sino que se preocupa por indagar la esencia misma de la convivencia política. Se interroga por los medios y fines dentro de la organización política, procurando alcanzar el pleno desarrollo del hombre virtuoso dentro de la comunidad perfecta. 
En la actualidad, y como consecuencia del desarrollo de las ciencias sociales y el auge del método empírico, se tiende a desplazar esta forma de hacer Ciencia Política, sin perjuicio de lo cual hallamos brillantes cultivadores desde esta perspectiva, como L. Strauss, H. Rommen ,W. Hennis, y entre nosotros el profesor Arturo E. Sampay.

b) Enfoque Sociológico: se trata de hacer de la Ciencia Política fundamentalmente una teoría descriptiva de los fenómenos políti8cos en base al método empírico. Si bien es cierto que en Estados unidos es donde más preponderancia ha adquirido este enfoque, actualmente se encuentra ampliamente difundido. La preocupación casi obsesiva de esta corriente es la aplicación del método científico y la eliminación de todo enfoque valorativo por considerarlo anticientífico. Paradójicamente, quizás sea ésta su mayor debilidad, en cuanto pretende hacer de nuestra disciplina una mera fotografía de la realidad política. Sin dejar de reconocer los aportes efectuados, especialmente en el campo de la Sociología Política, diremos que el enfoque valorativo cumple una tarea esencial en la cabal comprensión de lo político y no puede ser desestimado.
Las obras de autos como Georges Burdeau, Maurice Duverger en Francia, y David Easton y G. Almond en Estados Unidos son representativas de esta corriente. Asimismo, debemos reconocer que es en la producción de los cuentistas políticos de este último país donde se advierten con mayor claridad las posibilidades y los límites de este enfoque.

c) Enfoque Jurídico: el orden normativo de la convivencia política y las instituciones jurídicas en las que este cristaliza, se convierten para esta corriente en el aspecto central de la Ciencia Política. Gran parte de la Teoría del Estado elaborada a partir de la dogmática alemana del Derecho Público, y que culmina en los ya clásicos tratados de Teoría del Estado de Jellinek y Kelsen, son un claro exponente de este enfoque. La obra de Herman Heller, aunque transita una perspectiva más sociológica, responde en parte a este punto de vista. Sin dejar de reconocer que en la Ciencia Política el enfoque jurídico brinda un inestimable aporte, estimamos que reducir la consideración de la problemática científico-política a la perspectiva jurídica, es una limitación inaceptable.

d) Enfoque Histórico: desde este ángulo, la Ciencia Política se convierte en gran medida en una historia de las ideas políticas, enfatizando el desarrollo de la teoría política a lo largo del devenir histórico. La obra de George Sabine, Historia de la Teoría Política, es una excelente muestra de este enfoque.


5. Estilos culturales en Ciencia Política.

Según Lucas Verdú, se entiende por estilo político de una Ciencia Política nacional, al conjunto de matices y significaciones estéticas que se deducen de los temas analizados y del modo peculiar de considerarlos por los autores representativos de cada país.
A fin de mostrar un breve panorama de los estudios de Ciencia Política en los principales países guías, haremos una reseña de la orientación de los mismos, los tópicos tratados y la metodología seguida. Conviene aclarar que la denominación países guías refiere a aquellos países que por su desarrollo económico-social, expansión cultural, etc., han producido o están produciendo una serie de estudios que ejercen una significativa influencia en otros países.

Gran Bretaña: en este país, la Ciencia Política ha sido pensada en gran medida como formadora de las minorías directoras, otorgando singular importancia a la historia de las ideas políticas. Progresivamente, se han ido incorporando otros sectores de la Ciencia Política, tales como Teoría Política, Instituciones políticas, etc., por influjo de la London School of Economics and Political Science, fundada en 1895.
Junto a los grandes historiadores de las ideas políticas, entre ellos Sir Ernest Barrer, T. Carlyle, etc., encontramos autores como W.A. Robson, Herman Finer, Harold Laski, etc., que se destacan por sus trabajos en Teoría Política, Teoría del Estado y Derecho Constitucional.

Estados Unidos: tal vez sea en este país donde mayor cantidad de estudios, obras, cátedras y variedad de enfoques (jurídico, filosófico, sociológico, etc.), podemos hallar. Es por ello que se torna difícil brindar un esquema breve del estado de los estudios de Ciencia Política sin caer en el riesgo de esquematizaciones que deformen la realidad.
Sin perjuicio de lo antedicho, y siguiendo el estudio efectuado por James Petra sobre el particular, distinguimos cuatro grandes líneas:
a) la del equiliberalismo: para esta corriente, los conceptos centrales son equilibrio y balanza, en cuanto método para confrontar y explicar datos. El valor primordial sostenido por los equiliberales es la “estabilidad política”, consistente en el mantenimiento del sistema político, tornándose necesario conservar el equilibrio entre el progreso y la conservación, entre la estabilidad y el cambio. Los autores que se citan como ejemplo de esta corriente son Talcott Parsons y G. Almond.
b) la teoría de los grupos: los conceptos claves son “intereses” y “conflictos entre los grupos”. Ciertamente, se concede bastante menor importancia a la estabilidad y se tiende a señalar el papel preponderante de las fuerzas socio-económicas en la determinación de los contenidos políticos.
La política es concebida como una confrontación entre los distintos grupos que tienden a dominar. Dicha confrontación es entendida, no como una guerra sin cuartel, sino como un conflicto sometido a ciertas reglas de juego. Letahm y Wrigth Mills son representativos de esta tendencia.
c) los políticos autónomos: el rol de los políticos, los hombres de Estado y las instituciones, son los tópicos enfatizados por esta corriente. No se rechaza la importancia del equilibrio del sistema político, ni se desconoce la función que cumplen los grupos de intereses, pero se las conecta con el papel del hombre de Estado, concebido como la figura central del sistema político. Siguen esta tendencia Mathews y David Truman.
d) el infraestructuralismo: desde esta perspectiva, los partidos políticos en cuanto directores y organizadores de la vida política, ocupan el área esencial de la misma. Entre los autores enrolados en esta corriente, encontramos a Schattcheineder.
A pesar del importante desarrollo alcanzado por la Ciencia Política en Estados Unidos, ha merecido algunas críticas que podríamos resumir en las siguientes:
- cierto desprecio por la elaboración de teorías más o menos generales, so pretexto de que lo implica apartarse del empirismo en la investigación científica.
- excesiva confianza en las propias instituciones e ideas políticas, que son tomadas casi inconscientemente como modelos para el análisis político de otros países.
- se enfatizan los conceptos de equilibrio y estabilidad del sistema político, resultando en gran parte marginado el problema del cambio político.

Francia: en este país, nuestra disciplina se ha incorporado tardíamente a la enseñanza universitaria (1945); hasta ese momento estos conocimientos se impartían en la Ecole Libre des Sciencies Politiquies, fundada en 1871.
En general, los principales autores muestran un enfoque preferentemente ligado al ámbito jurídico y una estrecha vinculación con el Derecho Constitucional. Ejemplo de ello constituyen los estudios de Georges Burdeau. No obstante, los enfoques histórico, sociológico y filosófico han encontrado brillantes cultivadores entre los cuales citaremos a J.J. Chevalier, J. Meynaud y B. de Jouvenel, respectivamente.

Italia: estudiosos como Gaetano Mosca y Wilfredo Pareto, exponen algunos de los aportes más significativos de esta país a la Ciencia Política. Los temas de clase política y circulación de las élites, que apuntan a considerar al grupo minoritario que manda como el dato esencial de la vida política, constituyen un aporte profundamente italiano a nuestra disciplina.
El estudio del Derecho Constitucional e Instituciones Políticas, la Sociología Electoral y la Sociología Política, constituyen otras áreas también suficientemente desarrolladas.

Alemania: dentro de la Ciencia Política alemana, sobresalen en su última fase-período de entreguerras- los nombres de Kelsen, Jellinek, H. Heller en los estudios de Teoría del Estado; y los de Max Weber y K. Manheim con sus profundos estudios sociológicos que tanto han influido en nuestra disciplina. Sin embargo, cabe destacar que a consecuencia de la guerra y el régimen nazi, gran cantidad de estudiosos debieron emigrar (fundamentalmente a Estados Unidos), habiendo producido buena parte de sus obras en el país que los acogió. Los nombres de K. Lowenstein, Voegelin y Friedrich entre otros, son ejemplos de ello.

U.R.S.S.: en la medida en que el marxismo-leninismo es considerado ciencia, sus postulados han sido aplicados rigurosamente en el campo de las ciencias sociales. Por ello, en este país la Ciencia Política ha carecido de autonomía y de un desarrollo teorético significativo.

Argentina: no deseamos concluir esta rápida revisión sin referirnos a la Ciencia Política de nuestro país. Si bien el estado actual de la misma es considerablemente embrionario, estimamos necesaria una meticulosa revisión, tanto del estado actual, cuanto de sus antecedentes y causas –académicas, sociales, etc. –, que han condicionado un desarrollo más orgánico y creativo de nuestra disciplina.
Las cátedras de Ciencia Política, que inicialmente han estado reducidas a los estudios de Derecho Político en las facultades de Derecho en las últimas décadas, se han ampliado considerablemente con motivo de la creación de las Escuelas de Ciencia Política. Ahora bien, cuanto al contenido de esos estudios, una primera etapa dienta una marcada influencia hispánica en cuanto a la estructura enciclopédica del Derecho Político. Asimismo, se advierte una singular influencia de la Teoría del Estado en la exposición de H. Kelsen, Jellinek y H. Heller. En los últimos años, nos parece advertir una mayor influencia de autores francés y norteamericanos, G. Burdeau, M. Durverger, D. Easton, entre otros.
Merece especial mención el considerable desarrollo alcanzado por el Derecho Constitucional, disciplina estrechamente ligada a una gran cantidad de temas sugerentes e inquietudes de la Ciencia Política contemporánea en nuestro país.


6. Relación con otras ciencias.

Filosofía Política: desde que surgió la ciencia moderna, se distinguen los campos de la ciencia y de la filosofía. Si bien no es tarea fácil plantear en pocas líneas la distinción apuntada, creemos útil destacar en principio que en la ciencia en sentido moderno se plantean en general los siguientes interrogantes: cómo es la realidad, cuáles son los fenómenos en que se manifiesta, cuáles son sus leyes, y cuál es su orden. Las cuestiones de qué, por qué y para qué es la realidad, o sea su esencia, sus causas primeras y sus fines últimos, pertenecen al campo de la Filosofía.
En base a esta distinción principal, se afirma que la Filosofía Política se sitúa en un terreno no científico-entiendo al término ciencia en su sentido moderno-, y por ende su problemática su ubica fuera del campo empírico; sus grandes interrogantes apuntan a la esencia del problema de la convivencia política (problema ontológico), cuanto al problema de los fines últimos que la misma plantea y el deber ser al cual debe adecuarse (problema axiológico).
Las relaciones entre la Ciencia Política y la Filosofía Política son, además de necesarias, imprescindibles. Sin embargo, se presentan dificultades en torno al deslinde entre ambos campos de estudio, pues a lo largo de una rica historia –desde los griegos a nuestros días – ambos conceptos han sido confusamente empleados para referir a contenidos similares (Aristóteles, por ejemplo, hacía Ciencia Política en gran medida como hoy entendemos Filosofía Política, mientras que para muchos contemporáneos Ciencia Política consiste sólo en la investigación empírica) y, por otra parte, dentro de la moderna concepción de ciencia se rechaza por anticientífico todo aquello que excede el campo de lo experimental.
A pesar de lo antedicho, y atendiendo a que la Ciencia Política se propone la descripción y explicación de los fenómenos políticos, cabe señalar lo incompleto que sería obviar la consideración de cuestiones relativas a la esencia, los fines, y el para qué último de la convivencia política. Por ello, a nuestro juicio siempre la Ciencia Política concluye en nociones de Filosofía Política.

Sociología: como hemos visto oportunamente, los fenómenos políticos se manifiestan dentro del universo social, imbricados en la compleja trama de las relaciones sociales. Debido a ello, la Ciencia Política requiere de la Sociología no sólo en cuanto esta le proporciona recursos metódicos y técnicas de observación, sino también porque la explicación de los fenómenos políticos alcanza mayor coherencia dentro del contexto del universo social.
Tal vez sea en referencia a esta disciplina que se plantean mayores dificultades para precisar las fronteras entre ambas; precisamente, en ese campo fronterizo denominado Sociología Política en el cual se estudia la dinámica de las fuerzas políticas, la relación entre estas disciplinas se ha tornado frecuentemente indispensable y provechosa en cuanto a resultados.

Antropología: tanto en su faz filosófica cuanto en su faz cultural, la Antropología aporta a la Ciencia Política ciertos conceptos claves. A lo largo de la historia del pensamiento político, en todas las épocas y concepciones subyace una determinada concepción del hombre que condiciona la teoría.

Historia: afirmar la natural politicidad del hombre y consiguientemente señalar la permanencia de la convivencia política, no implica desconocer que a lo largo de la historia, las peculiaridades propias de tiempo y lugar condicionan y determinan formas particulares de convivencia política. Se advierte, en consecuencia, la magnitud del aporte que para una cabal comprensión de lo político representa el conocimiento histórico. En el límite de ambas disciplinas nos encontramos con la Historia de las Ideas e Instituciones Políticas, de inestimable contribución para desentrañar los fenómenos políticos contemporáneos.

Economía: si bien durante los siglos XVIII y XIX – merced al esfuerzo de los fisiócratas primero, y posteriormente de los economistas ingleses – se desarrolló una creencia cada vez más vigorosa de que rea posible establecer una Ciencia Económica pura, desligada de la política e inclusive capaz de sustituirla, existe en el siglo XX la convicción de que la Ciencia Económica no puede sustituir ni prescindir de la Ciencia Política. Asimismo, la cabal comprensión de lo político torna necesario el estudio de los fenómenos económicos. En síntesis, y lejos de rescatar los planteos efectuados en torno a la naturaleza y alcances de la Ciencia Económica, interesa aquí señalar que entre ambos campos se torna imprescindible una estrecha colaboración.

Psicología: afirmamos al comienzo del presente capítulo que la política es simbólica en la medida en que el mundo del o político es un universo de representaciones. Introducirse en este ámbito se convierte en tarea imposible sin el auxilio de la Psicología. Asimismo, el estudio de los fenómenos que componen la llamada dinámica política (liderazgo, grupos de presión, clases sociales, partidos políticos, etc.), encuentra en la Psicología Social un tratamiento – aunque fragmentario – importante, que permite enriquecer el análisis político. Por lo dicho, y en tanto que la Psicología brinda explicaciones acerca del actor político, el hombre, cuanto de los grupos que éste conforma, la misma se convierte en una valiosa disciplina auxiliar de la Ciencia Política.

Derecho: hemos ya enfatizado que la convivencia humana no sólo es gregaria sino política y consecuentemente, toda sociedad implica la existencia de una autoridad. Debemos ahora destacar que el Derecho en cuanto regulación coercitiva de la convivencia social, es inseparable de ésta. El aforismo romano “donde está la sociedad, allí está el derecho”, expresa de manera simple y clara la vinculación entre ambas disciplinas. Más precisamente, el Derecho Constitucional definido como el conjunto de normas reguladoras de las instituciones políticas fundamentales, se encuentra en la frontera de nuestra disciplina.
Habiendo superado los tiempos en que ingenuamente se suponía que el Derecho Publico podía reemplazar a la Ciencia Política, agotando en la explicación normativa la problemática política, podemos advertir en el presente una poderosa corriente de intercambios y enriquecimientos mutua entre la Ciencia Política y el Derecho Constitucional.

Moral: la relación entre la Moral y la Política ha sido planteada desde el nacimiento de nuestra disciplina. Ello se debe a que toda actividad humana es objeto de consideración ética, no sólo en cuanto a los medios utilizados, sino a los fines que dicha actividad persigue. Ya Aristóteles planteó con genialidad la dimensión ética de la política, y el pensamiento clásico seguirá tras sus huellas; por su parte, San Agustín expone con maciza claridad que el Estado, cuando la convivencia política no persigue la justicia, se convierte en bandidaje a gran escala. Sobrevendrá en la Edad Moderna la escisión entre lo ético y lo político y allí encontramos a Maquiavelo inaugurando el trágico esfuerzo de convertir a la política en mera técnica de adquisición de poder, con absoluta prescindencia de la moral. En el presente, la cuestión sigue abierta y el desafío de reintegrar la Política a un ámbito ético es tal vez la gran cuestión para este nuevo siglo XXI.


7. El Derecho Político

A pesar que la denominación Derecho Político goza de una larga tradición, pues ya Domingo de Soto en el siglo XVI llamaba ius politicum (derecho político), al derecho de la comunidad política que abarca el derecho natural, el derecho civil y el derecho de gentes, no se ha logrado aún atribuir a aquél una conceptualización unívoca.
El significado etimológico del vocablo refiere al conjunto de normas y principios jurídicos que regulan lo político. Cabe preguntarse de inmediato si lo que hemos así conceptuado no es el Derecho Constitucional, y en ese caso se plantea la cuestión relativa a los límites entre ambas disciplinas. En efecto, mientras algunas corrientes identifican al Derecho Político con el Derecho Constitucional, otras designan con aquel nombre a una serie de estudios de naturaleza enciclopédica, que comprenden generalmente nociones de Teoría de la Constitución, Teoría del Estado y de la Sociedad, e Historia de las Ideas e Instituciones Políticas. En tanto, la consideración jurídico – normativa del quehacer político y estatal ha quedado enmarcada en los límites del Derecho Constitucional.
De esta manera, estudios que en otros países (Francia, Inglaterra, Estados Unidos, por ejemplo) constituyen Ciencia Política, en nuestra lengua se han denominado y aún se siguen denominando, aunque con menor entusiasmo, Derecho Político. En consecuencia, sostenemos, para evitar confusiones, que el Derecho Político es Ciencia Política y por una razón de tipo histórica mantenemos la denominación tradicional, mientras que toda consideración jurídico – normativa corresponde al campo del Derecho Constitucional.
El profesor español Pablo Lucas Verdú sostiene la posición que hemos sintetizado en un meduloso estudio sobre el tema, titulado: “Cursos de Derecho Político”, en el cual puede hallarse una valiosa recorrida sobre la significación de esta disciplina en la literatura jurídico-política de las principales corrientes.



[1] La reunión que propició la UNESCO en 1948 para dar una respuesta a este interrogante, concluyó en un listado de aquellos temas que necesariamente debían incluirse en los estudios de Ciencia Política. Esta respuesta pragmática no hace sino confirmar la dificultad antes citada.